En 1999, los propietarios de las bodegas recuperan una tierra con amplia tradición vinícola que comenzó en el siglo X y que, 500 años después, según cuenta la historia, produciría el vino que Colón llevó a las Américas.
Sobre un terreno de sobria belleza se levanta el edificio que representa el sabor de esta tierra. Una bodega de diseño vanguardista y sosegado al mismo tiempo, que se combina con el paisaje en una fusión perfecta.
Son unas instalaciones concebidas desde la experiencia, con un sentido práctico y funcional: a un lado la zona de crianza, al otro la de producción final. Son espacios diseñados para garantizar la higiene, facilitar la maniobrabilidad y permitir una trazabilidad lineal que fomente el reposo del vino para conservar el sabor, frente a la movilidad obligada en otras bodegas.
En su interior alturas de vértigo y un puente grúa para permitir los trasiegos por gravedad, que están en la base de la filosofía de la bodega. Y entre las paredes de piedra depósitos troncocónicos de acero inoxidable o de madera, salas climatizadas, control de humedad, cámaras frigoríficas y todo un conjunto de medios tecnológicos para garantizar la conservación del sabor más natural.